Psiquiatra José Miguel Gómez cita claves para enfrentar con éxito los infortunios de una pandemia

En su acostumbrado artículo semanal, el destacado psiquiatra dominicano José Miguel Gómez dijo que la pandemia del coronavirus ha representado un “desbordamiento en la búsqueda de la salud mental: nerviosismo, ansiedad, ataque de pánico, depresión, estrés postraumático, abuso de alcohol, trastorno del sueño y trastorno por inadaptación social”.

El experto indica que después de un año de confinamiento, restricciones, toque de queda las personas han terminado en agotamiento emocional y decenas de infortunios.

A continuación compartimos el artículo completo del psiquiatra José Miguel Gómez publicado en el periódico Hoy:

La desorganización emocional, la falta de encontrar el horizonte de la vida y la pérdida de lo prioritario son parte de los infortunios de esta pandemia.

Lo que observamos es un desbordamiento en la búsqueda de la salud mental: nerviosismo, ansiedad, ataque de pánico, depresión, estrés postraumático, abuso de alcohol, trastorno del sueño y trastorno por inadaptación social.

La desesperanza y el miedo han ocupado el cuerpo y el alma de millones de personas.

Literalmente, hace décadas que no se veían las consecuencias psicosociales y de salud mental tan urgentes y emergentes; unidas a los problemas socioeconómicos y circunstanciales.

La vida ha cambiado y el estilo de vida también. La angustia aumenta para los que no saben asumir los controles de su miedo y ansiedad; recordando que el miedo te paraliza o te desborda cuando es mayor que los recursos de los que dispone para enfrentarlos. Visto de otra manera: el dolor es inevitable pero el sufrimiento es opcional.

Después de un año de confinamiento, restricciones, toque de queda, aislamiento social, miedo al contagio, angustia de muerte, etc. Las personas han terminado en agotamiento emocional: cansancio, problema para dormir, falta de concentración, pérdida del ánimo, irritabilidad, pesadumbre, visión en túnel, incapacidad para organizarse.

La otra cara de los infortunios han sido la pérdida del estatus social, o el temor a descender socialmente debido a las deudas colectivas, la pérdida por el ahorro, pérdidas de activos, desempleos y deterioro del bienestar social.

Ese sufrimiento para la clase media y media baja, por terminar en pobreza, o sin el acceso a los recursos para la salud y la educación, dos indicadores que ponen en evidencia las desigualdades sociales y las inequidades en que vivimos en Latinoamérica.

A las personas se les hace difícil mantener o alcanzar el bienestar físico, emocional, financiero, familiar, social y espiritual. La pandemia ha enseñado el aprendizaje de la sobrevivencia social.

La crisis es mundial, regional y local en cada país. Pero el coste de la pandemia lo pagan los pobres, los excluidos, las mujeres que dirigen familia y los jóvenes. Para volver a construir bienestar en América Latina tardará años.

Sencillamente, es una larga cadena de infortunios que nos ha dejado el covid-19, con la angustia, por demás, de que no todos aprendemos a desarrollar las habilidades y destrezas para gerenciar los daños colaterales. Paradójicamente, vivimos entre los infortunios de las mayorías y la falta de altruismo y solidaridad de los países más ricos y con mayores oportunidades.

Ahora los problemas psicosociales y las repercusiones económicas y sociales han triplicado los patólogos sociales: resentimiento social, bandolerismo, secuestros, robos, atracos, indiferencia, proliferación de la insensibilidad social, etc.

Los gobiernos responden con las viejas prácticas: deudas, aumentar el gasto, gastar el presupuesto planificado, o acudir a la banca mundial y local. Todos los países en Latinoamérica han endeudado el 70% del PIB.

Por otro lado, el modelo de trabajar desde la casa, volver a las aulas, vivir de nuevo la normalidad, se han convertido en temas pendientes para las familias, las parejas y de los propios niños. Es un rosario de infortunios, de incertidumbre y desesperanza vividas por millones de personas.

El abortaje debe ser integral: sanitario, económico, educativo, social, grupal e individual. Es decir, cada persona debe trabajar sus prioridades, administrar sus recursos, gastar lo menos posible, no asumir deudas de consumo innecesario.

Hay que cuidar la salud, la dieta, los ejercicios, el estilo de vida saludable y el bienestar espiritual. La salud mental es una prioridad en estos tiempos de infortunios, de crisis y desajustes.

Las visitas al psiquiatra, al psicólogo, son necesarias si existen síntomas de alarma en su esfera psicológica, emocional y de conducta.

Para volver a la normalidad más sano, más sabio y con resiliencia social hay que enfocarse y proteger los indicadores psicosociales, familiares, de pareja y espiritual.

La funcionalidad y la normalidad volverán, pero las personas deben aprender a enfocarse, diversificar sus vidas, volver al ahorro, mantener el apego, los vínculos y el sentido de pertenencia, la afectividad, la compasión y el amor por los demás. Solo así la existencia recobra los para qué de la vida post pandemia.

Fuente: Periodico Hoy

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