Te levantas por la mañana y miras esa frase motivadora de tu taza de desayuno: “Si luchas por tus sueños, puedes conseguir lo que te propongas”. Pero la realidad es que después de años de formación, años de becaria, de trabajos gratis, de trabajos basura mientras trabajabas gratis, decidiste que ya valía de luchar por tus sueños, que tocaba luchar por vivir con un poco más de dignidad. Has pasado por la frustración, la ira, la ansiedad, la angustia, la tristeza, la apatía y ahora te das cuenta de que todas esas películas que viste de pequeña en las que el niño conseguía todo lo que se proponía con un poco de esfuerzo, quizás daban un mensaje un tanto equivocado. ¿La idea de que luchando por tus sueños estos se consiguen es el engaño de la generación millennial o en realidad siempre lo fue?
“No ha cambiado nada, este mensaje siempre ha sido un falso mito”, responde tajante el psicólogo Miguel Ángel Rizaldos. Hay que aceptar que “existe una parte injusta en la vida por la que a veces nos tocan cosas negativas sin que hagamos nada para que vengan y, al contrario, cosas positivas por las que luchamos que no acaban de llegar nunca”. Es verdad que, si te esfuerzas aumenta la probabilidad de conseguir aquello que tú quieres «pero no es garantía absoluta. Muchas de las cosas por las que peleamos no dependen solo de nosotros, aunque la sociedad nos ha transmitido que es así”, insiste el psicólogo.
Un lema para vendedores de humo
Decimos que los jóvenes, o ya no tan jóvenes, de la llamada “generación perdida” son aquellos que más han tenido que manejar la frustración de no poder acceder a sus expectativas laborales. Y es cierto. Pero también lo es que quizás anteriores generaciones ni siquiera tuvieron la capacidad o la oportunidad de plantearse ciertos sueños o expectativas.
Esa es una de las claves en la que insiste el experto. No es que anteriores generaciones sí consiguieran todo lo que se proponían (más allá de una nada desdeñable mayor estabilidad familiar y laboral), sino que el mensaje de “luchar por tus sueños” ha vivido su auge, precisamente, con la generación milénica, que además es la que más se ha dado de bruces con una compleja realidad. Lo peor es que parece que este tipo de lemas motivacionales sigue estando de moda, y no siempre con la mejor de las intenciones.
“Esta idea resulta muy motivadora y, de hecho, es muy usada por muchos vendedores de humo, porque la compramos con mucha facilidad”, argumenta Rizaldos. Vídeos en YouTube que prometen hacerte rico trabajando por libre desde tu casa, libros de autoayuda que prometen que puedes ser un empresario de éxito solo siguiendo cinco pasos o incluso personas que te hacen llegar a creer que puedes curarte de una enfermedad solo con pensamientos positivos. El hecho de que, pese a la frustración generada, se siga difundiendo esta idea, tiene un fondo de puro marketing.
“Existe una gran corriente al respecto, propiciada sobre todo por algunos gurús motivacionales, que no dejan de ser charlatanes que tratan de vender su producto”, relata Rizaldos. El resultado de esto es que “en consulta, los profesionales de la salud mental habitualmente vemos a personas que consideran no están haciendo lo suficiente para conseguir aquello que quieren y esto no siempre es así. Este tipo de pensamiento fomenta una baja tolerancia a la frustración”.
Un exceso de responsabilidad
Otro de los problemas de fondo de estas ideas es que nos hace responsables de todo lo que nos pasa en la vida. Lo bueno y lo malo. Por suerte y por desgracia. “Esto puede generar un narcisismo exacerbado”, advierte por su parte la también psicóloga Verónica Vivero. Es decir, que la persona realmente crea que todo lo que se proponga en la vida, será capaz de lograrlo, ya que tiene el control total de la situación y todo depende de ella. “Algo totalmente falso, que genera grandes frustraciones y problemas inter e intrapersonales, cuando esto no resulta de esta forma”.
Por otro lado, la experta valora que este tipo de ideas también puede dar lugar a personalidades que interioricen la responsabilidad, haciendo que se sometan a la autocrítica dañina. “Esto los lleva a cuestionarse cosas como: ¿Qué habré hecho mal? o ¿Qué habrá mal en mí?”. La respuesta a esas preguntas acaba por ser un sentimiento de culpa difícil de sobrellevar.
“Los psicólogos hablamos de locus de control para explicar donde sitúa el grado de responsabilidad de las situaciones las personas”, precisa Vivero. “Hablamos de locus de control interno vs locus de control externo. En el primer caso (locus interno) la persona atribuye sus éxitos a su persona, su capacidad de trabajo y dedicación, en el segundo (locus externo) los éxitos son más una cuestión de contexto, recurriendo al azar o al factor suerte”.
¿Y cuál sería la respuesta correcta? La realidad, según la psicóloga, es que “en la mayoría de las ocasiones es una combinación de ambas”. Además, “en muchos casos lograrlo o no hacerlo, no depende tanto del talento de uno, sino que es una cuestión de oportunidades y que esta se dé o no”. Al final no es igual de fácil ser actriz viviendo de una familia de actores famosos, que de un pueblo perdido en la estepa. El problema es que siempre nos comparamos con los casos de éxito, porque pocas veces no conocemos a la gran mayoría que se quedó por el camino.
Reformular el mensaje y ajustar expectativas
¿Entonces eliminamos el mensaje sin más? Esa tampoco parece ser la solución. Esforzarse por las cosas que queremos no es algo negativo. Tener sueños y pelear por ellos tampoco. Lo negativo es pensar que todo el esfuerzo siempre tendrá una recompensa. Lo frustrante es intentar luchar por los sueños hasta el punto de acabar con nuestra salud mental, sin aceptar que hay sueños que se cumplen y otros que nunca se alcanzarán, pero nos habrán traído un bagaje del que podemos aprender. Por eso no se trata tanto de eliminar toda la idea, sino de ser capaces de matizarla.
“Sería interesante reformular el lema por: ‘Si luchas por tus sueños, tendrás más posibilidades de alcanzarlos’. Es una cuestión de perspectiva, que puede ayudar a interiorizar la persecución de ese sueño de una forma más saludable”, propone Vivero.
Al final, el lanzar este tipo de mensajes desde la infancia también tiene objetivos positivos, que tampoco debemos perder de vista por nuestras frustraciones como adultos. “En la cultura de la inmediatez, donde todo se quiere ya y ahora, está bien inculcar a nuestros hijos que no todo en esta vida se consigue de manera rápida, que hay cosas que cuestan y que necesitan de tiempo y dedicación”, insiste Vivero. No debemos olvidar que la cultura del esfuerzo es una cosa y la idealización del mismo es otra.
En cuanto a los sueños, no se trata de cortar alas antes de tiempo, sino de aprender a gestionar expectativas. “Luchar por los sueños, da la capacidad a la persona de soñar, de creer y de crear, algo imprescindible para su felicidad”, insiste la experta. Sin embargo, es clave dar contexto a los mismos.
Como concluye Miguel Ángel Rizaldos, “es importante seguir potenciando el esfuerzo, pero a la vez hay que fomentar la tolerancia a la frustración de nuestros pequeños. Hay que ajustar las expectativas y ser muy realista”. Sin embargo, a veces son los sueños frustrados de los padres, los que acabarán pesando a los más pequeños. “Un Messi aparece entre millones, que tu hijo juegue bien al futbol no quiere decir que vaya a ser un jugador de primera división”. A lo mejor es más sencillo dejar que disfrute del fútbol, y lo que tenga que ser, será.
Fuente: ElPais.com