El mundo está cada día más tenso, desigual, confrontativo, deshumanizado, indiferente al sufrimiento social; donde el ser humano no es la prioridad, sino el control, el negocio, la ganancia, el mercado y los resultados sin importar el coste ni las consecuencias.
Un mundo en pandemia, con una inflación en escalada, un petróleo por las nubes, en una confrontación armada de Rusia contra Ucrania; aun así, nadie reflexiona, decide negociar, perder para ganar o ceder ante el conflicto latente y emergente.
Es un mundo en olla de fuego, donde parecen que no existen lideres creíbles que llamen a la paz mundial, al compromiso humano ante la inflación, la alimentación, salud, empleo, cambio climático, etc.
Es una vergüenza que se apueste a una guerra que deja ganancia, al aumento del petróleo, de fletes, de mercancía y beneficios financieros en medio de una crisis que parece no tener desescalada. Ese mundo apuesta a la inteligencia artificial, a la tecnología, al mercado y a la oferta sin inclusión y sin cohesión social.
Ni la ONU, ni OTAN, ni OEA, ni Unión Europea, ni el G-8, ni nada parece tener el control o la influencia para que los países ricos y en control de armas se detengan e inviertan en vacunas, alimentos o cambio climático.
Los más pobres y desiguales en ese mundo, sobreviven del déficit, de las deudas, los subsidios, la repartición y la cultura de lo desigual. Desde ese diagnóstico es que se pueden ver los resultados: más desesperanza, proliferación de insensibilidades, corrupción, narcotráficos, bandolerismo, delincuencia, violencia social, desempleo, pobreza y desafecto humano.
Parece que nada se ha aprendido del Holocausto, bomba atómica, la primera y la segunda guerra mundial, la caída del muro de Berlín, las dictaduras, las hambrunas y la falta del desarrollo regional que impone los bajos ingresos.
Por otro lado, vemos en ese mundo autista, a líderes con espíritu cortoplacista, mediático, irresponsables,
personalistas e indiferentes al compromiso social y humano.
Es una crisis prolongada, pero entretenida con circos, escondiendo informaciones, de acuerdos bajo la mesa y en mutismo institucional; nada bueno se espera. Los conflictos cuando son emergentes o latentes, la energía que los impulsa continúa viva; solo se espera que la olla caliente más y más, para luego explotar en demandas sociales insostenibles para la gobernabilidad, la paz social y la convivencia pacífica.
Literalmente el mundo está de psiquiatra, de psicoterapia y de revisión del sistema de creencia y valores en el que se vive y se practica.
El manejo del conflicto impone el diálogo, el consenso, la reflexión, los acuerdos respetados, la equidad y la asertividad.
La diplomacia, el liderazgo, la palabra y las actitudes deben ser el norte de buscarle soluciones a un mundo en escalada de conflictos. La amenaza, el conflicto e incertidumbre dispara los precios internacionales de todo tipo. El miedo y la desesperanza conocen el camino.
Hoy se impone la igualdad, orar mucho, hablar y hablar hasta entendernos todos. Sencillamente, el mundo está de psiquiatra.
Estos son tiempos para la prudencia, la solidaridad, el altruismo, la cultura de paz y de convivencia segura. Las personas que habitamos estas tierras necesitamos sentirnos seguros, amados y protegidos que, en cada etapa de nuestra vida encontraremos las oportunidades para el desarrollo y el bienestar humano. Así, se logra el bienestar y la felicidad.
Fuente: Periodico Hoy