Hace unos días, la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Organización Internacional del Trabajo (OIT) han llamado a adoptar medidas concretas para abordar los problemas de salud mental en el entorno laboral. Tiene sentido. Es el lugar físico, después de nuestro hogar, donde pasamos más tiempo y donde se producen buena parte de nuestras interacciones sociales. Un entorno laboral amable donde nos sentimos valorados empuja nuestra autoestima y mejora nuestro bienestar, mientras que un clima inadecuado puede hacernos incluso enfermar, con consecuencias personales y económicas devastadoras.
Con la celebración del Día Mundial de la Salud Mental, cada 10 de octubre, es urgente que reflexionemos sobre el impacto que tiene el cuidado, o más bien el descuido, de la salud mental en el entorno de trabajo y su alcance tanto en los afectados como en el tejido empresarial y en las economías locales así como en la global. También necesitamos pensar cómo vamos a actuar para cultivar unos entornos laborales adecuados y propicios. Es cierto que si miramos para atrás lo que vislumbramos es muy oscuro, venimos de un lugar donde hablar de salud mental en el trabajo era tabú y donde no existían políticas para atajar estas problemáticas porque directamente no se nombraban.
Durante el estallido de la pandemia de COVID-19, se produjo un punto de inflexión y se aprendieron lecciones muy valiosas, pero no podemos conformarnos. Una vez concienciados necesitamos pasar a la acción. Las áreas de salud y prevención de las empresas se han posicionado estratégicamente, dotándolas de más recursos y relevancia. Sería una pena no aprovechar esta coyuntura para actuar con proactividad para protegernos de otras pandemias, como la depresión.
Fuente: Eleconomista