Socios de Gobierno, rivales en las urnas

Las campañas electorales no saben de amistades. Y menos entre dos socios de Gobierno que han convertido en dogma su inestable estabilidad. Pedro Sánchez y Pablo Iglesias continuaron ayer en Cataluña el pulso permanente, unas veces afable y otras sometiendo a la coalición a un test de estrés, dentro y fuera del Consejo de Ministros, que ya quisiera conseguir la oposición con sus ataques permanentes. La hegemonía está clara desde que los socialistas evitaron el sorpasso en junio de 2016 —desde entonces la distancia se ha ido agrandando, hasta los 120 diputados actuales del PSOE y los 35 de Unidas Podemos—, pero la incertidumbre y la elevadísima volatilidad del voto en las elecciones del 14-F reabren, esta vez con buenos modales, el debate sobre cuál de los dos socios representa mejor los postulados de la izquierda. Su pureza.

Para Sánchez no hay discusión que valga. El presidente del Gobierno, que por lo general contemporiza y es reservado, no se anduvo por las ramas en el comité federal del PSOE de hace dos semanas. “Somos la izquierda”. Fin de la discusión. “Todos los votos de izquierdas deben concentrarse en una papeleta, la de Salvador Illa”, insistió ayer en una jornada en una jornada maratoniana con sendos actos sin público en Salou (Tarragona) y Lleida, en los que acompañó al candidato del PSC. Hoy ambos repetirán cartel en Girona, donde los socialistas se volverán a presentar como “los únicos” que pueden garantizar un cambio “tras la década perdida” delprocés. La atracción del electorado independentista moderado de ERC cobra en este contexto una importancia estratégica. En unos comicios marcados por la incertidumbre y la volatilidad del voto, En Comú Podem, la marca de Unidas Podemos, también podrían nutrir al PSC.

Sin la épica de los grandes mítines por las restricciones de la pandemia, Iglesias defendió la labor de Unidas Podemos en el Gobierno para vencer las resistencias que atribuye al PSOE en el cumplimiento del acuerdo de coalición. Una actitud que, según el día, digieren mejor o peor en La Moncloa y Ferraz. “Algunos cambios deberían ser muy fáciles porque están escritos, pero la realidad demuestra, y hay que decir la verdad, que defender lo que en el papel todo el mundo aceptaba es más difícil a la hora de ponerlo en práctica”, dijo el vicepresidente para reivindicarse como garante de las esencias del primer Ejecutivo de coalición y netamente de izquierdas —<CF1001>rara avis</CF> en la UE— desde la Segunda República.

Puestos a reivindicarse, qué mejor ocasión que en una campaña electoral. Iglesias aprovechó el acto central en Barcelona con la aspirante de los comunes, Jessica Albiach, y la alcaldesa Ada Colau, para asegurar que algunas de las banderas del Gobierno, como el colchón de los ERTE a cientos de miles de trabajadores durante la pandemia y la subida del salario mínimo a 950 euros no habrían sido posibles sin el empuje de Unidas Podemos. “O lo que hubo que hacer para que el ingreso mínimo vital fuera una realidad y no una línea en un papel del programa”, añadió. El aumento del SMI que Unidas Podemos reclamaba este año está en barbecho a la espera de cómo respira la economía el segundo semestre.

No fue el único mensaje a la parte socialista del Gobierno. Iglesias advirtió de las “resistencias” que hay en el Gabinete para asumir la regulación de la ley del alquiler y rebajar así los precios. “Nos estamos dejando la piel para que el compromiso del Gobierno de coalición implique de una vez la regulación de los alquileres”, dijo deslizando de nuevo la idea de que el PSOE es conservador en este asunto.PUBLICIDAD

Más allá del intercambio de puyas con ahínco o de refilón, los socios del Gobierno evitaron los asuntos que de veras les resultan espinosos. Y que podrían penalizarles en la campaña, sobre todo a los socialistas. Iglesias omitió las referencias a los presos independentistas y se limitó a recordar que su modelo de Estado es una república plurinacional. El PSOE no ha olvidado su comparación de Carles Puigdemont, fugado en Waterloo tras la declaración unilateral de independencia de 2017, con el exilio republicano.Los socialistas compiten en varios flancos y buscan también el voto de Ciudadanos

Pero la disputa por el liderazgo de la izquierda no es el único frente del PSC, que busca también recuperar a los más críticos con el procés. Y eso pasa por rebañar el máximo de apoyos posibles a Ciudadanos, al que todas las encuestas auguran una caída que no parece tener fin. El 1,1 millones de papeletas que le dieron la victoria a Inés Arrimadas en 2017 fue una respuesta transversal de los s contrarios a la independencia. El chasco llegó de inmediato, cuando Arrimadas declinó presentarse a la investidura en un Parlament en el que los secesionistas sumaban mayoría absoluta. El exministro de Sanidad se compromete a presentarse a la investidura si es el más votado.

“Hay que votar, hay que llenar las urnas de votos de ilusión, por encima de ideologías y de partidismos, concentrando el voto. Sé que mucho de este voto es voto prestado, pero lo vamos a saber administrar. Os prometo que este voto esta vez sí va a tener utilidad. Servirá para cambiar cosas. Si ganamos me presentaré a la investidura. Yo no me voy. Vengo para quedarme”, apostilló Illa. No le hizo falta mencionar a la diana de sus dardos: en 2019 Arrimadas renunció a su acta en el Parlament para engrosar las listas de Ciudadanos a las elecciones generales. Desde entonces es diputada en el Congreso.

Fuente: El País

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