De acuerdo con una investigación llevada a cabo por expertos de esos centros académicos, si la población utilizara máscarillas se lograría mantener el número R por debajo del 1.0 y se evitarían nuevas oleadas, combinando esa medida con los confinamientos.
Sus hallazgos, divulgados en la publicación Proceedings of the Royal Society, revelan que aplicar tan solo medidas de aislamiento no va a detener una posible reaparición del SARS-CoV-2.
Los expertos observan que incluso las mascarillas hechas en casa pueden reducir de forma llamativa la tasa de transmisión si son llevadas por muchas personas en lugar de limitar su uso a aquellas que muestran síntomas de la COVID-19.
Por ello, hacen un llamamiento a que se difundan campañas de información tanto en países ricos como en otros en vías de desarrollo con mensajes como: «Mi mascarilla te protege, la tuya me protege».
«Nuestro análisis respalda la adopción inmediata y universal de mascarillas faciales por la ciudadanía», subraya el principal autor, Richard Stutt, de la universidad de Cambridge, en el estudio divulgado este miércoles (10.06.2020).
Precisa que si su uso extendido «se combina con el distanciamiento social y alguna medida de confinamiento, podría ofrecer una manera aceptable de gestionar la pandemia y reabrir la actividad económica mucho antes de que haya una vacuna efectiva».
Por su parte, Renata Retkute, coautora del estudio, apuntó que el Gobierno británico puede ayudar emitiendo instrucciones claras sobre cómo fabricar y emplear de manera correcta esas herramientas.
«Tenemos poco que perder con la adopción extendida de las mascarillas y las ganancias podrían ser significativas», insistió.
El nuevo coronavirus se trasmite al respirar partículas que contienen el virus que exhalan personas infectadas cuando hablan, tosen o estornudan.
Los científicos valoraron diferentes escenarios de empleo de mascarillas, combinadas con periodos de confinamiento e incluyeron en sus modelos de estudio etapas de infección y transmisión mediante superficies además del aire, considerando asimismo los efectos negativos de su uso, como el incremento del acto de tocarse la cara.
A fin de ralentizar la pandemia, es necesario mantener el número R por debajo de 1.0 y si los ciudadanos las llevaran en cualquier lugar público, reducir ese parámetro resultaría el doble de efectivo que si solo las usan personas que muestran síntomas.
Vieron que en todos los escenarios analizados el uso rutinario de esas mascarillas por un 50 % o más de la población rebajó la propagación de la COVID-19 por debajo del 1.0, aplanando futuros brotes de la enfermedad y posibilitando medidas menos estrictas de confinamiento.
Encontraron que si un 100 % de la población combina su uso en público con otras medidas intermitentes de confinamiento se evita el resurgimiento del virus durante los 18 meses requeridos para dar con una posible vacuna.
Detectaron que incluso las caseras, hechas de camisetas de algodón o trapos de cocina son un 90 % efectivas a la hora de prevenir la transmisión.
El estudio sugiere que si toda la población llevara mascarillas de un 75 % de efectividad se podría rebajar un número R muy elevado de 4.0 hasta situarle por debajo del 1.0, incluso sin medidas de confinamiento.
Incluso aunque estas solo puedan capturar un 50 % de partículas exhaladas serían, agregan, «beneficiosas para la población».
John Colvin, de la universidad de Greenwich, apuntó que existe la «percepción común de que llevar una mascarilla implica que consideras a los otros un peligro cuando, de hecho, principalmente tu estás protegiendo a otros de ti mismo».
En el Reino Unido, el enfoque debería ampliarse más allá del transporte público, según agregó, al opinar que «la manera más efectiva de retomar la vida diaria es alentar a todo el mundo a llevar algún tipo de mascarilla cuando se está en un sitio público».
CP (efe, Proceedings of the Royal Society, Universidad de Cambridge)
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