Centro de Orientación Psicológica y Educativa.
Con la gran incertidumbre de la pandemia causada por el COVID 19, nosotros como institución dimos prioridad a la salud colectiva de la población dominicana, queriendo salvaguardar a nuestros envejecientes y personas de alto riesgo y sacrificando momentáneamente el desarrollo de la niñez por el bien general. Frente a la pandemia el Ministerio de Educación optó, como muchos otros países, por cerrar las escuelas e implementar la modalidad virtual, invirtió en tabletas y en clases por televisión y radio. Un año después de tener a nuestros hijos encerrados, sin contacto con sus amigos y compañeros, muchos sin ver a sus familiares, recibiendo clases a distancia (los afortunados que tienen lo necesario en casa), el Gobierno dominicano aún no se ha pronunciado sobre cuándo se abrirán las clases presenciales, y más preocupante aun es que ni siquiera nos están comunicando los planes de reapertura, aunque sean a largo plazo.
A los padres se les ha solicitado jugar múltiples roles que no deberían jugar. Aparte de padres somos trabajadores, educadores, cocineros, cuidadores, psicólogos, entretenedores, choferes, guías espirituales, amigos y ahora activistas por una educación presencial segura… Los padres están sobre extendiendo y eso tiene repercusiones directas sobre sus hijos. Los padres están exhaustos y abrumados con lo que están viviendo (familiares enfermos o fallecidos, pérdida de empleos, violencia intrafamiliar, tensiones matrimoniales…), pero a la vez deben ser pilares para sus hijos. Esta es una tarea realmente difícil de lograr cuando está comprobado que en estos tiempos los adultos están manejando niveles extremos de ansiedad, estrés e irritabilidad, aumento de uso de sustancias (en particular del alcohol), aumento de diagnósticos de ansiedad y depresión crónica. Un estudio llevado a cabo en Bulgaria demostró que no solo ha habido un aumento de dichos diagnósticos en adultos, sino que también los niños y adolescentes están experimentando sentimientos negativos como soledad, inseguridad, irritabilidad y ansiedad. El confinamiento magnifica y exacerba las dificultades en el hogar; si eras un padre que gritabas de vez en cuando, ahora gritas todo el tiempo, si gritabas todo el tiempo ahora pegas, si pegabas ahora maltratas, y si antes maltratabas ahora abusas.
Durante este período de cuarentena dos tendencias alarmantes están sucediendo al mismo tiempo: el abuso verbal, físico, emocional y sexual está aumentando y los reportes de abuso están disminuyendo. ¿Por qué? Porque los maestros juegan un papel esencial en detectar y proteger a la niñez dominicana y son los principales en denunciar la violencia y abusos que sufren nuestros niños. El abuso usualmente es perpetrado por familiares o personas del círculo íntimo del niño. Los maestros son de las pocas personas en las cuales el niño puede confiar para revelar lo que está viviendo. Los colegios son un lugar seguro para la mayoría de los niños, donde reciben educación, atención y afecto, donde se sienten valorados, escuchados y seguros, y donde reciben en algunos casos las únicas comidas del día.
Padres agotados
Muchos padres no tienen las herramientas para seguir afrontando la situación actual por más tiempo. Se pretende que luego de una jornada de trabajo, el padre venga a instruir y a supervisar las tareas escolares, cuando muchos padres ni siquiera manejan el contenido escolar. Es decir que se pretende que un padre que no sabe cómo dividir fracciones o como acentuar palabras, aprenda por sí solo y le enseñe a su hijo cómo hacerlo. Ni hablar de los padres y cuidadores que nunca han usado un aparato electrónico para instruir, sin ningún tipo de entrenamiento en cómo usarlo.
Muchos abogan que se necesita la enseñanza a distancia para todos para que la brecha educativa y la inequidad social no se expanda. La realidad es que dicha inequidad solo se refleja aun más durante la educación a distancia. Mientras los que pueden tienen sus hijos con supervisión de un adulto capacitado, tutores privados, grupos burbujas, clases particulares, instalaciones en la casa con escritorio, tableta, computadora, material gastable e internet de alta velocidad… la gran mayoría de la niñez y adolescencia dominicana no tiene los medios para poder recibir la educación a distancia y no tienen supervisión adecuada durante las lecciones. La realidad es que la mayoría de los niños dominicanos están hogares multi-generacionales con poco espacio, están deambulando por las calles, juntándose con las personas del vecindario o barrio sin distanciamiento social ni protección o, lo que es aún peor, están concurriendo a lugares inapropiados para niños como colmadones y bancas, expuestos a vicios y a un mundo de adultos. Realmente no se sabrá cuántos niños se conectan regularmente a tomar clases, pero una suposición atinada es que no más del 20% lo hace.
Aunque se debe de admitir que el Gobierno ha hecho un gran esfuerzo en dar clases de calidad a través de la televisión y la radio, también se tiene que saber que la televisión y la radio no son un vehículo apropiado para educar e instruir, especialmente a largo plazo. Los niños necesitan aprender por distintas vías (visual, auditiva, kinestésica…) y usando diversas actividades (físicas, de discusión, a través de juegos y de las artes, experimentos…) para poder cimentar lo aprendido.
Está vastamente comprobado a través de diferentes estudios neuropsicológicos que el cerebro debe estar emocionado para aprender. Esto significa que el niño aprende lo que logra conectar con él mismo, si es significativo para él, si lo relaciona con sus experiencias previas y que despierte su curiosidad e interés. Esta conexión emocional usualmente se logra socializando con sus compañeros y maestros, a través de discusiones, observaciones, experimentos e interactuando e intercambiando vivencias, algo que no se puede lograr con la enseñanza por televisión y radio. Esta reciprocidad no existe en la enseñanza a distancia. ¿Quién motiva, elogia, estimula, corrige y anima a nuestros estudiantes? Nadie. En el futuro se pondrá en evidencia lo poco que han realmente aprendido y retenido nuestros hijos durante el confinamiento.
Está comprobado que a la mayoría de los niños y adolescentes les cuesta mantenerse motivados y enganchados con las clases a distancia, pierden rápidamente el interés y no pueden mantenerse enfocados. Un dato preocupante es que se estima que la deserción escolar se incrementará significativamente durante y al finalizar la pandemia. Muchos lo hacen por lo mencionado anteriormente, un adolescente que esté pasando por un cuadro importante de depresión, no estudiará. La realidad es que muchos de nuestros adolescentes están abandonando la educación para ganarse la vida, sea de manera lícita o ilícita. Se demostrará en estudios futuros que en particular las chicas tendrán una tasa de deserción más elevada debido a que tienen que jugar el rol de cuidadoras de sus hermanos, a que tienen que asumir las responsabilidades domésticas, por embarazo o por matrimonios a destiempo para escapar de la situación actual que viven.
Capacidades especiales
Otro problema importante que trae la educación a distancia es que la instrucción es imposible de personalizar o individualizar. Los niños con necesidades especiales (trastorno de aprendizaje, trastorno de déficit de atención e hiperactividad, trastorno del espectro autista, discapacidad intelectual, entre otros) no reciben la educación basada en sus necesidades específicas y sus fortalezas. Los niños con discapacidad o dificultades de aprendizaje son una población olvidada en la educación a distancia. Estos niños necesitan un aprendizaje más táctil, donde puedan manipular y tocar, y con prácticas frecuentes y en diferentes contextos para lograr la generalización de la aplicación de conceptos y competencias, algo muy difícil de alcanzar en la virtualidad. Además, los niños con necesidades especiales dependen de acomodaciones y adaptaciones curriculares y acompañamiento de distintos profesionales que es poco probable que se puedan llevar a cabo en la educación virtual. Esta población está en peligro de no solo quedarse atrás, sino de también ir perdiendo conceptos y habilidades ya aprendidas. Muchos de estos niños tienen necesidades sociales y conductuales que no están siendo trabajadas porque no tienen la oportunidad de compartir con los demás para poder desarrollar habilidades sociales adecuadas.
Los niños y adolescentes estarán afrontando durante años las secuelas del confinamiento. Veremos en un futuro como el cambio de rutina, las dificultades con el sueño, la falta de contacto social, los malos hábitos alimenticios, la carencia de actividades físicas, las tensiones familiares, los altos niveles de estrés, los retos emocionales, el uso excesivo de aparatos electrónicos y la pobre educación les pasará factura a nuestros hijos en su desarrollo integral. A la vez sabemos que nuestros niños y adolescentes son luchadores, resilientes y perseverantes, pero no se les puede pedir que sigan sacrificando su desarrollo, bienestar y futuro, cuando en múltiples países se ha logrado distintos modelos de educación presencial que han priorizado la salud de los niños y personal escolar. Necesitamos que el ministerio de educación y el ministerio de salud nos presenten sus planes a corto, mediano y largo plazo y que permitan a los colegios tanto privados como públicos que ya han presentado sus protocolos sanitarios empezar a impartir clases en las aulas. Necesitamos demostrarles a nuestros niños y adolescentes su valor. Debemos dejarles saber que la economía del país es importante, pero que el porvenir de nuestro país está en las manos de ellos, de nuestros niños y jóvenes y por eso se va a priorizar la educación y el bienestar emocional de ellos.