Si se hiciera una encuesta sobre impopularidad de los distintos tipos de impuestos, muy probablemente el anticipo del impuesto sobre la renta sería el gravamen más rechazado por la población. Y es que resulta incómodo pagar por adelantado por una ganancia que todavía no se ha obtenido y que no se sabe si se va a obtener. Lo que es peor, muchas empresas y personas tienen que tomar préstamos para poder pagar el anticipo, pues de no saldar a tiempo les cobran recargos e intereses.
Por definición, el anticipo es un avance del pago del impuesto sobre la renta que tanto empresas como personas físicas deben pagar al final de cada año fiscal, y se calcula tomando como referencia las ganancias del año anterior. En palabras sencillas, si en el año 2022 una empresa pagó cien mil pesos de impuesto sobre la renta, se asume que en el 2023 a esa empresa le irá igual de bien o mejor, por lo que el gobierno le cobra esos cien mil pesos por adelantado, y luego le permite descontarlo cuando le toque pagar impuestos al cierre del año fiscal 2023.
Al ser un pago por adelantado descontable al final del año, más que un impuesto, el anticipo es un préstamo sin intereses que le hacen los contribuyentes al gobierno.
Las razones por las que se creó la figura del anticipo hace varias décadas no se corresponden con la realidad actual, por lo que ya es hora de eliminar el anticipo que tanto perjudica a la actividad productiva, sobre todo a las micro, pequeñas y medianas empresas.
El anticipo fue creado en una época donde el gobierno necesitaba una mayor disponibilidad de recursos a lo largo del año y no podía esperar a abril, mes en el que casi todas las empresas realizaban el pago del impuesto sobre la renta. Es decir, el gobierno creó el anticipo bajo una lógica de “ve pagándome por adelantado, poco a poco, para darme oxígeno”. En esos años el Estado no tenía facilidades para endeudarse, pues dependía mayormente de organismos internacionales cuyos préstamos toman años en aprobarse, o de préstamos con la banca nacional a altas tasas de interés.
Esta realidad ha cambiado, ahora mismo el gobierno puede emitir bonos con gran rapidez y facilidad, por lo que ya no necesitan el anticipo para conseguir recursos mes a mes. De hecho, el gobierno pudiera endeudarse de forma más rápida y a menor tasas de interés si emitiera letras del tesoro, que son un tipo de bonos con plazos menores a un año.
Otro elemento que en el pasado justificaba el anticipo era que disminuía la evasión fiscal al establecer un pago mínimo de 1.5% del total de ingresos brutos a aquellas empresas que declaran ganancias muy bajas y que por ende pagan pocos impuestos. Pero en la actualidad, con la aplicación del comprobante fiscal, las impresoras fiscales y diversas tecnologías, la evasión se puede reducir sin necesidad de un impuesto tan distorsionante como el anticipo. Visto de otra forma, establecer un porcentaje mínimo de pago de impuesto sobre la renta tendría el mismo resultado de reducción de la evasión.
No solamente han cambiado las razones que anteriormente justificaban el anticipo, sino que las distorsiones e ineficiencias que crea este impuesto son actualmente peores que nunca.
Resulta contraproducente poner a una empresa o a una persona física a endeudarse al 20% para pagar el anticipo y prestarle ese dinero al gobierno, cuando el Estado pudiera gestionar recursos al 10% en el mercado financiero. Esto representa una pérdida de eficiencia, pues el agente económico que paga la tasa más alta (la empresa) le presta dinero a otro agente que pudiera pagar tasas más bajas (el gobierno).
Adicionalmente, es incorrecta la lógica de que a las empresas cada año les va igual o mejor, sobre todo a las micro, pequeñas y medianas empresas que tienen ingresos muy volátiles. Solo basta con imaginar a un pequeño negocio que tuvo en el 2022 un buen año, pero que en el 2023 le está yendo mal. En el 2023 tiene que pagar un alto anticipo, pero quizás los ingresos no le alcancen ni para cubrir los costos, mucho menos para pagar impuestos por adelantado.
Dada la caída en la actividad económica previsible para los próximos años, la figura del anticipo representa un elemento de quiebra para muchas MIPYMEs. En conclusión, así como dijo el filósofo español Jose Ortega y Gasset de que el hombre es él y sus circunstancias, cada impuesto es según las circunstancias. Y las circunstancias actuales indican que es impostergable eliminar el anticipo del impuesto sobre la renta.