Los fondos de inversión de impacto tienen una piedra en el zapato que les impide aumentar su apuesta por la biodiversidad: la dificultad de medir el efecto –positivo o negativo– que la actividad empresarial tiene en el entorno natural. Cada vez hay más propuestas que van en la misma dirección: productos que apuestan por una cartera de empresas respetuosa con la diversidad y grupos de expertos que están buscando la fórmula secreta que permita medir de forma homogénea la destrucción de la biodiversidad.
Aun así, queda mucho por hacer. El futuro de la economía y las finanzas será verde o no será: el Foro Económico Mundial ha calculado que más de la mitad del PIB mundial depende de alguna forma de la naturaleza que la propia actividad económica está destruyendo a una velocidad sin precedentes.
Un análisis del Morgan Stanley Capital International (MSCI) publicado en septiembre de este año ha identificado 149 fondos cuyas propuestas de inversión tienen que ver directamente con la variedad de especies y manejan unos 60.000 millones de dólares (55.000 millones de euros). Solo 15 de estos fondos se centran específicamente en biodiversidad; el resto invierte en algo relacionado con esta: medio ambiente (54), ecología (15), economía circular (22), obtención de recursos sostenibles y otros como protección de los océanos, bosques y animales. La conclusión del informe de MSCI se alinea con el resto de estudios disponibles hasta el momento: “En general, la biodiversidad es un segmento de inversión incipiente, y solo un número limitado de fondos la adoptan explícitamente como tema central de inversión”.
Medir la biodiversidad sigue siendo el reto a superar. Una de las métricas más utilizadas ha sido desarrollada por la Universidad de Cambridge. En concreto, su Instituto para el Liderazgo en Sostenibilidad (CISL, por sus siglas en inglés) ha desarrollado una guía para analizar la influencia en la naturaleza de cualquier empresa e identificar riesgos y oportunidades. La medida para el impacto en los ecosistemas utiliza el área que necesita la empresa para obtener la materia prima, la pérdida de biodiversidad ocasionada por su actividad y su importancia para el planeta. El siguiente paso es crear un marco unificado para informar sobre el efecto en el planeta, y el mejor intento hasta ahora se llama TNFD, siglas que en español se refieren al grupo de trabajo sobre divulgaciones financieras relacionadas con la naturaleza (Taskforce on Nature-related Financial Disclosures).
Evolución
Victoria Legget, responsable de inversión de impacto en Union Bancaire Privée (UBP), cree que estamos en un “momento de rápida evolución de la normativa”. Sobre todo después de la creación en diciembre del Marco Mundial para la Biodiversidad durante la Conferencia de las Naciones Unidas sobre la Diversidad Biológica. El marco TNFD sigue los pasos de otro marco anterior centrado en el clima, el TCFD, que ha sido reconocida como una normativa de referencia desde su publicación en 2017. La Unión Europea, sin ir más lejos, obligará a ciertas empresas a informar sobre la sostenibilidad de sus actividades según el nuevo Estándar Europeo de Informes de Sostenibilidad (ESRS, por sus siglas en inglés). Legget asegura que la apuesta por empresas sostenibles desde el mundo financiero todavía es escasa, pero avanza a buen ritmo.
Su fondo empezó a funcionar con 38 millones de euros en 2018, hace apenas cinco años. Ahora manejan 1.000 millones de euros de capital que invierten en compañías con una apuesta clara por la sostenibilidad. Las iniciativas financieras como esta no paran de crecer: en 2019, la aseguradora Axa creó su tercer fondo de inversión de impacto centrado en la protección del entorno, que en 2020 manejaba un capital de 350 millones de dólares, según un informe de la empresa. Fidelity, una de las mayores gestoras globales, lanzó en septiembre de 2022 su fondo para el mantenimiento de la biodiversidad, y en mayo de este año tenía 5 millones de dólares de capital, según el Financial Times.
Victoria Legget confía en su posición ventajosa de cara al futuro: “Queremos que la gente se sienta confiada de que, en el largo plazo, podemos obtener resultados mejores que la inversión tradicional”, explicó a este periódico durante una conferencia de UBP sobre biodiversidad que tuvo lugar en Londres. A través de su fondo invierten en empresas como Beyond Meat, una compañía estadounidense dedicada a producir comida vegana que pueda sustituir a la carne, o Corticera Amorim, la mayor firma productora de corcho del mundo.
El despegue de la inversión de impacto
Más capital. El capital invertido en este tipo de instrumentos no ha dejado de aumentar. El año pasado, el mercado mundial de inversión de impacto fue de 1,164 billones de dólares, según la Red Global de Inversión de Impacto (GIIN, por sus siglas en inglés). Es el primer año que se supera el billón de dólares.
Aumento en España. En España, el incremento también ha sido significativo. El año pasado la inversión de impacto movilizó 1.208 millones de euros, un 58% más que el año anterior, según SpainNAB, un consejo asesor constituido para asesorar en la inversión de impacto.
Reto. Una de las preocupaciones que mostraban los inversores de este tipo de instrumentos, según una encuesta de GIIN, tenía que ver con la dificultad de medir el impacto medioambiental de las empresas: el 48% consideraba que este era un gran desafío.
Fuente: Cincodias.elpais.com