Milei crea sus enemigos para suplir su debilidad en el Congreso

Javier Milei eligió hace rato sus enemigos y no los ha cambiado, al menos hasta ahora. Son la “casta”, es decir la política tradicional partidaria y sus extensiones sindicales o sociales, y de hecho las instituciones: su primer acto como presidente fue plantar a diputados y senadores en día de su asunción y hablar a la multitud en directo desde las escalinatas del mismísimo Congreso. Un gesto revelador de sus íntimas convicciones, esas que la política tradicional aún no consigue desentrañar.

El presidente siente que está para cumplir una misión. Es, en ese sentido, un elegido, un profeta, que puso en funcionamiento otra vez el péndulo maldito de la Argentina. Del hiperestatismo pasamos al hiperliberalismo: el tiempo histórico se escurre como arena entre los dedos sin que se encuentre una fórmula que tenga alguna solución para el drama nacional, que son las crisis a perpetuidad.

El parte aguas de Milei es muy original. Están los “que la ven”, que serían quienes acuerdan con sus políticas o se agregan a la seducción del poder, y “los que no la ven”, sector constituido por los sectores que se oponen y rechazan parcial o totalmente sus decisiones. Es una manera de crear una contradicción –una grieta, para usar un lenguaje conocido- construyendo un enemigo para, a su vez, edificar su propia fortaleza política atrayendo a ese combate. Digamos que esto es algo bien de la política clásica, es decir, de la casta. Todo tiene explicación: la representación institucional de la Libertad Avanza es pobre producto de su segundo puesto en la primera vuelta. La táctica de Milei es reemplazar esa debilidad con otras herramientas de democracia directa, como el plebiscito, para forzar -o intentar forzar- decisiones.

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CÓMO ES | ASÍ ES POR DENTRO LA ESTACIÓN DE RETIRO

Tres elementos claros en este puñado de días de gobierno de la Libertad Avanza: diálogo sin intermediarios, amigos y enemigos, conflicto. Es dialéctica básica del populismo, esta vez por otros medios y con otro lenguaje.

Basta con leer a cualquier especialista en populismo, entre ellos Ernesto Laclau, que fue el intelectual estrella de Cristina Kirchner, quien aplicó esa táctica de la grieta. Al sentirse cumpliendo una misión en la tierra, Milei descoloca a los políticos porque usa otras categorías, aún sin saberlo, y despierta reacciones que pueden favorecerlo en este primer tramo.

La CGT, por ejemplo, amenaza con un paro de 12 horas para garantizar la asistencia y reforzar la movilización hacia el Congreso, un día antes de la fecha prevista para que la mega ley sea aprobada, según los deseos del oficialismo. Es lo que antes de solía llamarse “paro activo”.

Una primera lectura indica que el sindicalismo, que se bancó sin huelgas ni mayores reparos la crisis de Fernández y Cristina, reacciona ahora frontalmente porque hay avances sobre las obras sociales. La estructura sindical, sin embargo, permanece intocable. El liberalismo de Milei se cuidó de tocar los puntos nodales: sindicato único, mandatos. Eso, para usar su lenguaje, son reformas de “segunda generación”.

Es posible que ahora se abra un período de negociación entre los sindicalistas y el Gobierno. Lo demostró Armando Cavalieri, que a la mañana estuvo en el acto de la CGT frente a Tribunales, y a la tarde anunció un acuerdo nuevo sobre indemnizaciones, bastante similar al que Gerardo Martínez impuso en la UOCRA. Es precisamente Martínez a quien se menciona como uno de los canales de diálogo. Un paro lanzado casi un mes antes es como una amenaza, por un lado, y un llamado a negociar, por el otro.

Mientras la CGT y los piqueteros sean los que se le plantan enfrente, Milei sale favorecido. Todavía la inercia de la ilusión que llevó a Milei del 29 por ciento de octubre al 56 por ciento en noviembre se mantiene. Esta huelga, además, ocurrirá todavía en medio de un tiempo en el que el impacto brutal del ajuste no se comience a sentir de verdad en toda su intensidad.

Ya el Gobierno impuso que el DNU se trate en marzo en el Congreso en sesiones ordinarias, que deberá abrir el presidente el 1º de marzo con el usual discurso de apertura de sesiones, discurso que deberá decirlo en el recinto esta vez.

La oposición, y algunos aliados, está desconcertada. No hay todavía una respuesta política sino una sorda resistencia al impulso libertario. El peronismo estará en ese estado hasta mediados de 2024, cuando comience una reorganización. Hay una realidad de la que los dirigentes más lúcidos han tomado nota: mientras la propuesta sea interpretada como un retorno al pasado más resistencia generará en la sociedad. Tampoco se trata de sentarse a esperar un fracaso de Milei para buscar un retorno del kirchnerismo como si nada hubiera pasado. Una ilusión que, por el espanto, refuerza la adhesión al actual Presidente.

No es posible desembarazarse con tanta facilidad de los hechos de los que han sido responsables durante la “gestión” de Fernández. Alcanza a Massa y también a Cristina, que parece creer que detrás de Milei hay una fuente extranjera que le da letra y contenido. Esta visión conspirativa se refuerza cuando la Cancillería dice, negro sobre blanco, que hay una alianza “estratégica” con EE.UU, en el acto en el que Diana Mondino le habría comunicado anticipadamente -como un gesto- a Marc Stanley que no adherirán a los BRICS.

Milei debe saber perfectamente que la persistencia de la inflación irá minando su aceptación popular. Concentrarse en esa “misión”, y sobre todo tener éxito, traerá alivio a una sociedad que, sobre llovido, mojado, se prepara para la recesión. Simplemente, que la gente pueda olfatear una inflación más o menos normal, le dará crédito al presidente libertario que con una fórmula del siglo XIX aparece como moderno transformando en antiguas las propuestas no sólo las del gobierno anterior, sino de casi todos, por no decir de todos los anteriores de los últimos cien años.

Fuente: Clarin.com

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