La candidata presidencial Keiko Fujimori denunció un “fraude sistemático” en el balotaje de las elecciones presidenciales de Perú, al señalar una serie de presuntas irregularidades que atribuye al partido Perú Libre de su rival Pedro Castillo.
En una rueda de prensa, Fujimori afirmó que han detectado una serie de irregularidades en el proceso electoral realizado el domingo que les ‘preocupa’ y es ‘importante evidenciarlo’, además de pedir a los ciudadanos que denuncien los casos que conozcan.
La candidata se encuentra a 49.7 % en la votación, frente al 50.2 % a favor de Castillo, cuando la Oficina Nacional de Procesos Electorales (ONPE) ha contabilizado el 94.4 % de actas.
La historia de Keiko
Cuando Alberto Fujimori decidió renunciar a la presidencia de Perú mediante un fax enviado desde Japón, en 2000, a Keiko Fujimori, su hija mayor, le tocó capotear sola la tormenta que desató su padre. Durante años, siendo una jovencita, tuvo que asumir el rol de primera dama luego de las denuncias de su madre, Susana Higuchi, por maltrato contra el entonces presidente.
Esta es la primera vez, en los últimos tres intentos, que Keiko Fujimori, de 46 años, está más cerca de hacer historia en Perú y convertirse en la primera mujer en llegar a la Casa de Pizarro. Tras la condena a 25 años de cárcel de su padre por delitos de lesa humanidad y corrupción, Keiko, cuyo nombre en japonés significa la “hija bendita”, ha sido la encargada de reconstruir el capital político del fujimorismo, que quedó en cenizas. Por esta razón, desde 2010, es la líder del partido Fuerza Popular. Sin ningún recato, Keiko ha dicho que, de llegar a la presidencia, indultará a su padre, de 82 años.
Está casada con Mark Vito, un estadounidense de origen italiano, con quien tuvo dos hijas: Kyara (14 años) y Kaori (12 años). Esta mujer, que ya ha perdido dos elecciones frente a Ollanta Humala y Pedro Pablo Kuczynski, hoy ha logrado concentrar el voto de las élites y es la esperanza de muchos para contener la llamada amenaza socialista de Pedro Castillo.
La gente en Perú la quiere o la odia. De la misma manera como sus simpatizantes salen a las calles de Lima a gritar “Keiko sí, comunismo no”, sus detractores vociferan “Keiko no va” y “la sangre derramada jamás será olvidada”. Las tempestades no le son ajenas y eso lo aprendió en su casa cuando su padre fue elegido presidente y ella aún estaba en bachillerato. Tenía 17 años cuando Fujimori dio el famoso autogolpe o “fujimorazo” que disolvió el Congreso supuestamente para combatir el terrorismo de Sendero Luminoso.
Tras el divorcio de sus padres, a los 19 años se convirtió en la primera dama más joven del continente. Se estrenó en ese puesto durante la I Cumbre de las Américas, en Miami, en diciembre de 1994. Mientras su padre se codeaba con los líderes del hemisferio, ella se robó el show al posar con las demás primeras damas, que bien podrían ser su madre o abuela. También aprendió a capotear las controversias.
La primera fue su decisión de pintar su oficina de rosado, en el palacio de Gobierno, algo visto como una ofensa hacia su mamá recién divorciada. Cuando se lanzó al Congreso, Keiko arrasó. Ganó con la votación más alta que haya tenido alguna vez un legislador en Perú, con más de 600.000 votos, aunque se le criticó después el haberse ausentado 200 días. “Pedí licencia de maternidad dos veces por mis dos hijas y dos meses para culminar la maestría ¿van a criticar mi derecho a ser madre?”, se defendió en ese entonces.
Su bancada ha sido poderosa en el Congreso y maniató a Kuczynski a tal punto que lo forzó a renunciar en 2018, tres meses después de que el entonces presidente indultara a su padre en una polémica decisión reversada por la justicia. Su relación con su padre no ha sido siempre la mejor, pero cuando fue condenado, ella decidió tratar de llevar el fujimorismo de regreso al poder. Su consigna es “mano dura” para acabar con el terrorismo, la corrupción y la pobreza. “La candidata soy yo, no Alberto Fujimori”, ha dicho más de una vez.
Keiko hace hoy campaña tras obtener una libertad bajo fianza. Ha pasado la mitad de su vida en la política, a la que ingresó contra su voluntad, y que hoy la tiene a punto de conquistar la presidencia de Perú.