Nos espera un largo recorrido. Nosotros, los seres humanos de hoy, que nos acostumbramos a esperar las cosas, vamos a tener que esperar. Podrían pasar meses antes de que nuestro mundo vuelva a la normalidad, o a una nueva normalidad. Estamos experimentando algo sin precedentes: una pandemia en la era digital.
La pandemia de coronavirus nos ha recordado que la conexión humana puede propagar enfermedades. Pero la conexión humana también promueve el bienestar. En este contexto se nos presenta una oportunidad para reconocer la importancia de las relaciones para nuestra salud y practicar el aprovechamiento de la tecnología para el bienestar social.
No fue hace tanto tiempo que todos empezamos a usar teléfonos inteligentes. Se los dimos a nuestros hijos y los necesitamos para vivir. Estos dispositivos parecían objetos geniales que nos daban todo en un solo lugar: información, transporte, entretenimiento, comida, incluso sexo. Nunca nos gustó pensar en cómo estaban cambiando nuestro comportamiento. Haciéndonos más agresivos el uno con el otro, más críticos, narcisistas, impacientes e incluso impulsivos.
Rendimos nuestro poder a quienes usaron estos dispositivos para modificar nuestro comportamiento, con algoritmos diseñados para hacer precisamente eso. Estuvimos de acuerdo sin aceptar ser programados, algo que todavía no nos gusta contemplar, porque la comodidad de todo lo que estábamos obteniendo tan rápidamente se sintió muy bien. Hasta que ya no se sintió bien. Hasta que comenzamos a sentirnos más ansiosos y deprimidos. Nos prometieron que acercarían nuestro mundo. Sin embargo, nos sentimos menos conectados, no más.
Cuando los profesionales médicos comenzaron a insistir en el “distanciamiento social” como una forma de frenar la propagación del coronavirus, las personas reaccionaron con alarma. Da miedo pensar que no podemos conectarnos entre nosotros. Nos necesitamos el uno al otro. Hemos evolucionado para necesitarnos mutuamente, no solo para sentirnos bien, sino para sobrevivir.
Para Sergio Grosman, médico psiquiatra, vicepresidente del capítulo Psicoterapias de la Asociación de Psiquiatras Argentinos (MN 77443), a las personas la interacción social nos nutre, las rutinas nos organizan y tenemos a la libertad en alta estima. “Los seres humanos somos cultura, interacción e intercambio. La limitación de estas actividades sociales nos produce malestar que según cada persona se va a manifestar de diferentes formas. Para algunos como irritación, aburrimiento y ansiedad, y para otros como falta de aire, sensación de encierro y molestias corporales”, indicó el especialista consultado por Infobae.
Y, sin embargo, comenzamos este proceso de distanciamiento social hace años, casi al mismo tiempo que comenzamos a transportar estos teléfonos, nos encontramos teniendo menos conversaciones en persona; nos visitamos menos; tuvimos menos fiestas y cenas; y dejamos de tener citas reales.
En muchos de los países más afectados por el coronavirus, la mensajería aumentó más del 50% durante el último mes. Del mismo modo, en esos lugares, las llamadas de voz y video incrementaron más del doble en Messenger y WhatsApp, según dio a conocer Facebook.
En Italia, específicamente, hubo una suba de hasta un 70% en el tiempo que las personas utilizan Facebook, Instagram, Messenger y WhatsApp desde que la crisis llegó al país.
En sintonía con esto, las vistas en Instagram y Facebook Live se duplicaron en una semana. Como era de esperar también se registró un incremento de más de 1000% en el tiempo de videollamadas grupales (tres o más participantes), en el último mes, en ese país, donde ya se registraron 69.176 casos y 6.820 muertes.
“Los seres humanos estamos desde hace tiempo atravesados por lo tecnológico, que si bien nos distancia desde lo observable, en lo profundo provoca una mayor conexión y hasta una invasión en la intimidad de nuestra vida cotidiana”, aseveró en diálogo con Infobae la doctora Liliana V. Moneta, psiquiatra y psicoanalista infanto-juvenil, presidente honoraria del Capítulo de Psiquiatría Infanto Juvenil de la Asociación de Psiquiatras Argentinos.
Parecía más fácil no tratar el uno con el otro. Los humanos son difíciles, complicados y desordenados; era más fácil tener nuestras relaciones principales con nuestros teléfonos. Sin embargo, nos encontramos atravesando un momento en que nos necesitamos más que nunca. Nos necesitaremos mutuamente para proporcionar información, comodidad, consuelo, distracción y entretenimiento.
Si bien la cuarentena total nos obliga a limitar la circulación a dentro del hogar, no impide la amorosidad con otros, que gracias a las nuevas tecnologías podemos seguir practicando. “También hay que decir que el discurso individualista es anterior a la propagación del coronavirus porque este nuevo virus no hace más que resaltar y reflejar la sociedad en la que actualmente vivimos: una sociedad que tiende a disminuir el contacto corporal con los otros y en donde predomina el miedo y el alejamiento social”, sostuvo la psicoanalista Fiorella Litvinoff.
Eso no quiere decir que no nos necesitaremos para escuchar y apoyarnos unos a otros, para vernos una vez más como todos pertenecientes a la misma familia de la humanidad. Podemos revertir nuestra relación con la tecnología a la visión utópica de los primeros días de Internet, cuando se consideraba algo que nos ayudaría a crecer, evolucionar y aprender nuevas y mejores formas de comunicación.
“Como millennials, son expertos en tecnología y saben la diferencia entre una publicación y una historia en Instagram. Ustedes están poderosamente equipados para difundir información precisa sobre el coronavirus. Tienen la capacidad de informar y educar”, escriben en una carta a la generación millennial publicada en la revista Forbes.
Sin embargo, Tedros Adhanom Ghebreyesus, director general de la Organización Mundial de la Salud (OMS), señaló que ahora más que nunca se deben tomar medidas urgentes para abordar la “infodemia del coronavirus”. Esta infodemia compromete la respuesta al brote y aumenta la confusión pública sobre quién y en qué fuentes de información confiar; genera miedo y pánico debido a rumores no verificados y afirmaciones exageradas; y promueve formas xenófobas y racistas de vigilancia digital y chivo expiatorio.
Por eso, para hacer esto, tendremos que usar las redes sociales de manera muy consciente. Debemos pensar antes de publicar. Debemos usar este medio sin precedentes poderoso con el mismo sentido de conciencia sobre el que Kafka escribió una vez, en un pasaje que parece más relevante que nunca en el momento del coronavirus: “Los seres humanos debemos estar uno frente al otro tan reverentemente, como reflexivamente, tan amorosamente como lo haríamos antes de la entrada al infierno”.