Sylvia Chiinda solía vivir al borde de la desesperación. Su esposo murió hace unos años, dejándola sin ahorros ni posesiones. Fue un golpe demoledor para la madre de siete hijos.
Para empeorar las cosas, Zambia ha experimentado un aumento de inundaciones más frecuentes e intensas, sequías recurrentes y otros riesgos climáticos, que han reducido los rendimientos de agricultores como Sylvia, poniendo vidas y medios de subsistencia en la mira.
Con la disminución de su producción agrícola de maíz y maní, Sylvia se vio obligada a encontrar un ingreso alternativo para mantener a flote a su familia.
Comenzó a administrar una tienda de comestibles improvisada en su pueblo de Kanakanatapa en el distrito de Chongwe de Zambia. Pero los ingresos — solo US$15 en un buen mes — apenas alcanzan para cubrir las necesidades de ella y sus siete hijos.
“No puedo rendirme. Necesito un ingreso porque tengo muchos hijos y es mi responsabilidad mantenerlos”, dijo.
Ante los crecientes riesgos climáticos y la adversidad sin precedentes, la madre soltera y sostén de la familia decidió cambiar su situación.
Muchas familias rurales no pueden obtener préstamos de los principales bancos para hacer frente a los efectos de los fenómenos meteorológicos extremos. Son pobres y se los considera de alto riesgo, lo que agrava los desafíos que enfrentan.
Para las mujeres, el primer obstáculo para establecer una empresa es un crédito asequible. Obtener un préstamo de un banco comercial es una pesadilla de llenado de formularios y cuestionamientos intrusivos. La ausencia de un banco comercial en sus aldeas se suma a sus problemas.
“Los bancos de la ciudad no nos prestan dinero porque no tenemos títulos de propiedad para poner como garantía”, dice Sylvia.
Mujeres como Sylvia se encuentran entre las más vulnerables en las comunidades tradicionales de Zambia, donde las costumbres ancestrales dictan la vida de una mujer. Esta vulnerabilidad se ve agravada por los estragos del cambio climático.
Como parte de los esfuerzos gubernamentales más amplios, una coalición de la ONU movilizada por el PNUD, en la que participan la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación, (FAO, por sus siglas en inglés) y el Programa Mundial de Alimentos (WFP), junto con el Ministerio de Agricultura y el Departamento Meteorológico de Zambia, está ayudando a los pequeños agricultores afectados por el clima, como Sylvia, a aprovechar en una fuente de ingresos en auge y resistente a la sequía — la cría de cabras.
Con fondos del Fondo Verde para el Clima, (FVC), el proyecto SCRALA está apoyando la agricultura resiliente al clima y dando pasos importantes para empoderar a las mujeres como empresarias rurales.
“El cambio climático es uno de los principales factores y desafíos que contribuyen a la baja productividad de los agricultores, especialmente a nivel de pequeña escala. Como gobierno, por lo tanto, nos complace que nuestra asociación con el PNUD y el FVC, en el marco del proyecto SCRALA, esté apoyando a los agricultores, especialmente a las mujeres, con oportunidades y soluciones sostenibles de por vida para ayudar a impulsar la productividad y la adaptación a los efectos del cambio climático”, dice el Secretario del Ministerio de Agricultura, Songowayo Zyambo.
Sylvia se encuentra entre los más de 8.000 agricultores, en su mayoría mujeres, que recibieron formación en cría de cabras y ganadería. Cada agricultor recibió cinco cabras para empezar y se les dieron las herramientas y la capacitación para prevenir enfermedades, construir cobertizos y abordar el manejo de la cría.
Un año después, Sylvia ha tenido 30 cabras, incluidas cabras adicionales que compró con las ganancias de la venta del abono. Para generar un ingreso estable, vendió 10 de las cabras. Cinco cabritos fueron entregados a otras mujeres para que pudieran embarcarse en el mismo viaje hacia la estabilidad financiera. Este enfoque capitaliza las donaciones iniciales al tiempo que promueve el espíritu comunitario. Ha elevado los niveles de ingresos de los agricultores en los 16 distritos donde funciona el proyecto.
Los US$238 que Sylvia ganó con la venta se gastaron en artículos de primera necesidad, incluidas las cuotas escolares para sus hijos, y fertilizantes.
Mpeza Phiri, madre soltera de seis hijos que vive en el campamento agrícola de Luamba, en el este de Zambia, dice que su familia tiene un ingreso estable por primera vez. Poseen 10 cabras. Ahora, cuando golpea la crisis, agricultores como Mpeza y Sylvia tienen mayor equidad. Y equidad significa resiliencia.
Las mujeres no solo venden cabras para poner comida en su mesa, sino que también pueden utilizar el estiércol de cabra como fertilizante en sus huertos. Esto les permite cultivar abundantes verduras ricas en vitaminas, brindar a sus hijos comidas más saludables y valiosas fuentes de proteínas de la carne y la leche de cabra, y mejorar las prácticas agrícolas respetuosas con la naturaleza y resilientes al clima.
Charity Lungu, madre de cuatro hijos que vive en el mismo campamento agrícola que Mpeza, ha podido mantener a su familia de diez integrantes vendiendo algunas cabras. Sus hijos solían ir a la escuela con hambre. Los ingresos le han permitido comprarles comida, uniformes y libros.
“Ahora pueden concentrarse en la escuela, no en el hambre”, comenta mientras atiende a las cabras que gimen en su patio trasero.
“Ya no me preocupa que mis hijos pasen hambre o se enfermen. Siempre puedo vender una cabra si tenemos necesidades”, dice Anna Mumba, residente de Sipopa Village en el distrito de Luangwa. La gente del pueblo ha sufrido sequías recurrentes y malas cosechas en los últimos años.
“El proyecto SCRALA proporciona cabras a los pequeños agricultores para brindarles una fuente alternativa de ingresos en caso de que sus cosechas fracasen”, dice Parick Muchimba, director interino del proyecto.
Se espera que la cría de cabras en Zambia aumente en importancia con una gran demanda de Arabia Saudita, que ahora quiere importar hasta un millón de animales al año.
Zambia solo tiene alrededor de cuatro millones de cabras criadas en gran parte por operadores a pequeña escala — lo que no es suficiente para satisfacer la nueva demanda.
En la capital, Lusaka, las cabras se venden entre US$ 25 y US$ 30, dependiendo de su tamaño y raza. Muchas agricultoras con nueva energía están buscando expandir sus rebaños para aprovechar un aumento potencial de la demanda.
“Ahora planeo invertir en más cabras y ahorrar suficiente dinero para comprar mi propia tierra”, dice una radiante Sylvia mientras dirige a sus cabras a un campo de pasto.
Historia del Especialista en Comunicaciones del PNUD en Zambia, Unidad de Medio Ambiente, Moses Zangar, Jr.; Fotos: PNUD/Moses Zangar, Jr., Alex Mwila, Willie Phiri y Belinda Zimba